Cordoba, Argentina.
Córdoba es probablemente la segunda ciudad de Argentina en tamaño e importancia. Ciudad universitaria que como su propio nombre indica, siendo universitaria implica mucha gente joven y mucha fiesta. Los cordobeses tienen un acento característico cordobés que los hace inconfundibles y muy diferentes del típico acento Argentino que conocemos, ya que el mayormente y mundialmente conocido es el porteño o de Buenos Aires. Estos tienen un canto más marcado, principalmente en la primera silaba de cada palabra que los hace muy divertidos de escuchar. Asentamientos jesuíticos de después de la conquista, la vida y obras del Che Guevara y las sierras y pueblos coloniales de alrededor de la provincia de Córdoba son los puntos más importantes a destacar en la visita a esta región.
De toda la oferta de pueblitos a visitar yo me quede con la opción de visitar un pueblito de origen alemán muy bonito llamado Villa General Belgrano, y luego subir a uno muy alto llamado La Cumbrecita, de origen alemán también, que estaba en lo alto de la montaña, con casitas muy bonitas y estilos que te entran ganas de vivir allí por un tiempo y desintoxicarte de la ciudad de una vez por todas. Me gusto muchísimo.
Después de eso, y de ver la ciudad de Córdoba bien, organicé una excursión con mi amigo argentino al pueblo hippie en el que el estaba viviendo esos días. Dos autobuses, llegada de noche a una carretera, y el autobús de línea del medio de la nada nos llevo allí. Solo hay agua corriente, ni electricidad, ni agua caliente. Nada. No apto para pijos. En concreto el sitio donde el estaba, y donde me quede un par de días fue una espacie de comuna donde todo el mundo aportaba algo, y con los agricultores locales, todos los días se conseguían frutas, verduras y vegetales frescos del día a un precio de risa y en cantidades industriales. Tenían una especie de cuarto muy grande a modo de dojo, donde practicaban todo tipo de artes, yoga, música, relajación, bailes, masajes, no se, de todo.
Fuimos a dar un paseo por el pueblo, vamos, por los carriles que separaban los chalets, y era increíble ver lo amigable que era todo el mundo, todo el mundo nos saludaba, nos invitaban a su casa a tomar mate, a charlar, a comer, lo que hacia falta, un paseo de una hora se convirtió en un día entero. La sensación de encontrar buena onda y buenas personas nos inundo todo el día, bueno a mi, por que el ya estaba acostumbrado. En concreto me cayeron muy bien una pareja de italianos que con el dinero del paro que ganaban de Italia, allí vivían de puta madre compartiendo y cuidando en la naturaleza a su hija de un año, o un tipo de Buenos Aires que vivía en un autobús, si, un autobús antiguo de principio de siglo que la carrocería de hierro bien fuerte le servia de hogar. Lo había reformado y lo había dejado increíble por que todavía conservaba los cristales que eran de esos bien gordos. La mayoría de la gente que vivía por ahí era gente que estaba quemada de vivir en ciudades grandes. La mayoría de Buenos Aires, o que tenia negocios relacionados con la naturaleza, el anti-stress, o cosas del tipo se-hippie-por-un-día. Me reafirmo mi teoría de que el sistema no es para todos y que siempre hay muchas mas opciones que las que vemos en nuestra vida cada día.
De toda la oferta de pueblitos a visitar yo me quede con la opción de visitar un pueblito de origen alemán muy bonito llamado Villa General Belgrano, y luego subir a uno muy alto llamado La Cumbrecita, de origen alemán también, que estaba en lo alto de la montaña, con casitas muy bonitas y estilos que te entran ganas de vivir allí por un tiempo y desintoxicarte de la ciudad de una vez por todas. Me gusto muchísimo.
Después de eso, y de ver la ciudad de Córdoba bien, organicé una excursión con mi amigo argentino al pueblo hippie en el que el estaba viviendo esos días. Dos autobuses, llegada de noche a una carretera, y el autobús de línea del medio de la nada nos llevo allí. Solo hay agua corriente, ni electricidad, ni agua caliente. Nada. No apto para pijos. En concreto el sitio donde el estaba, y donde me quede un par de días fue una espacie de comuna donde todo el mundo aportaba algo, y con los agricultores locales, todos los días se conseguían frutas, verduras y vegetales frescos del día a un precio de risa y en cantidades industriales. Tenían una especie de cuarto muy grande a modo de dojo, donde practicaban todo tipo de artes, yoga, música, relajación, bailes, masajes, no se, de todo.
Fuimos a dar un paseo por el pueblo, vamos, por los carriles que separaban los chalets, y era increíble ver lo amigable que era todo el mundo, todo el mundo nos saludaba, nos invitaban a su casa a tomar mate, a charlar, a comer, lo que hacia falta, un paseo de una hora se convirtió en un día entero. La sensación de encontrar buena onda y buenas personas nos inundo todo el día, bueno a mi, por que el ya estaba acostumbrado. En concreto me cayeron muy bien una pareja de italianos que con el dinero del paro que ganaban de Italia, allí vivían de puta madre compartiendo y cuidando en la naturaleza a su hija de un año, o un tipo de Buenos Aires que vivía en un autobús, si, un autobús antiguo de principio de siglo que la carrocería de hierro bien fuerte le servia de hogar. Lo había reformado y lo había dejado increíble por que todavía conservaba los cristales que eran de esos bien gordos. La mayoría de la gente que vivía por ahí era gente que estaba quemada de vivir en ciudades grandes. La mayoría de Buenos Aires, o que tenia negocios relacionados con la naturaleza, el anti-stress, o cosas del tipo se-hippie-por-un-día. Me reafirmo mi teoría de que el sistema no es para todos y que siempre hay muchas mas opciones que las que vemos en nuestra vida cada día.